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Guía para equilibrar salud física y salud fisiológica y alcanzar el bienestar

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En la búsqueda del bienestar personal, el concepto de salud suele asociarse con la ausencia de enfermedad o con una buena condición física visible. Sin embargo, esta percepción puede resultar limitada si no se considera el funcionamiento interno del organismo. La salud física y la salud fisiológica, aunque estrechamente vinculadas, representan dimensiones distintas del estado general de una persona. Conocer la diferencia entre ambas es fundamental para adoptar un enfoque preventivo, completo y efectivo frente al cuidado de la salud.

Salud física: el cuerpo en movimiento

La condición física se refiere al estado general del cuerpo y su habilidad para llevar a cabo actividades diarias sin problemas. Esta dimensión abarca aspectos visibles y medibles como la fuerza de los músculos, la resistencia, el peso, la flexibilidad y la salud del sistema inmunológico. También incluye hábitos saludables como una dieta equilibrada, un descanso suficiente, ejercicio regular y la falta de dolores o síntomas persistentes.

Indicadores comunes de una buena salud física incluyen niveles adecuados de presión arterial, un índice de masa corporal dentro del rango saludable, capacidad aeróbica suficiente, y la ausencia de limitaciones funcionales. También se valora la calidad del sueño, el estado general de los órganos y la disposición energética durante el día. Las personas con buena salud física pueden desenvolverse sin fatiga excesiva, mantener una rutina activa y reducir el riesgo de desarrollar enfermedades crónicas.

Salud fisiológica: el equilibrio interno que sostiene la vida

Por otra parte, la salud fisiológica abarca el funcionamiento interno y automático del cuerpo humano. Incluye el óptimo funcionamiento de los sistemas biológicos a nivel celular, como los órganos y sistemas, aun cuando no se observen signos visibles. Esta dimensión de la salud está conectada con procesos vitales tales como el equilibrio hormonal, la función respiratoria, la digestión, el metabolismo, el latido del corazón y la regulación de la temperatura del cuerpo.

El equilibrio fisiológico, también conocido como homeostasis, permite que el organismo mantenga sus funciones vitales de forma estable. Desajustes en estos procesos pueden pasar desapercibidos en las primeras etapas, pero si no se identifican y tratan a tiempo, pueden derivar en enfermedades complejas. Ejemplos de esto son los trastornos metabólicos, los desbalances hormonales o alteraciones en el sistema nervioso autónomo.

Principales contrastes entre las dos dimensiones de la salud

La principal distinción entre salud física y salud fisiológica radica en el tipo de señales que proporcionan. Mientras la salud física se manifiesta de manera externa y es más fácil de observar o evaluar a través del rendimiento corporal, la salud fisiológica opera a nivel interno y requiere de pruebas clínicas o exámenes médicos para ser detectada con precisión.

Una persona puede tener un estado físico óptimo, realizar ejercicio con regularidad y mantener un peso saludable, pero al mismo tiempo padecer problemas fisiológicos silenciosos, como hipertensión en etapa inicial, insuficiencia renal o deficiencias hormonales. Estas condiciones no siempre presentan síntomas visibles en sus fases tempranas, lo que las convierte en amenazas ocultas para la salud general.

La relevancia de una perspectiva completa del bienestar

Entender la distinción entre estas dos clases de salud ayuda a formar una visión más holística y comprometida del autocuidado. A menudo, la apariencia exterior puede llevar a una percepción errónea de salud. No experimentar síntomas o mantener una excelente condición física no asegura que el funcionamiento interno sea adecuado.

Síntomas como fatiga inexplicada, dificultad para concentrarse, cambios de ánimo, trastornos del sueño o debilidad persistente pueden ser señales de alerta de un desbalance fisiológico. Estos indicadores suelen ser ignorados si se asume que el estado físico visible es suficiente para definir la salud.

En este sentido, es recomendable complementar los hábitos saludables con evaluaciones médicas periódicas. Controles como análisis de sangre, pruebas hormonales, exámenes metabólicos y chequeos de órganos específicos pueden detectar anomalías antes de que se manifiesten de forma más severa.

Hacia una aproximación preventiva y equilibrada

El bienestar completo se logra al atender tanto el cuerpo como sus funciones internas. La salud corporal y la salud fisiológica son aspectos complementarios que, al estar en equilibrio, facilitan el funcionamiento óptimo del organismo y una vida de mejor calidad.

Adoptar un enfoque preventivo implica ir más allá de la imagen exterior. Significa escuchar al cuerpo, estar atentos a sus señales internas y actuar de manera proactiva para mantener el equilibrio biológico. La combinación de actividad física, alimentación consciente, descanso reparador y chequeos médicos regulares es la fórmula más eficaz para lograr un estado de salud completo, sostenible y duradero.

By Otilia Adame Luevano

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